miércoles, 14 de agosto de 2013

EXPEDIENTE WARREN: THE CONJURING


The conjuring (The Warren files), 2013, Director: James Wan, Reparto: Vera Farmiga, Patrick Wilson, Lily Taylor.

La película está basada en la historia real de la familia Perron y sus encuentros sobrenaturales en su casa de Rhode Island. Ed y Lorraine Warren, investigadores de renombre en el mundo de los fenómenos paranormales, son llamados por una familia aterrorizada por una presencia oscura en una granja aislada.

Ningún organismo viviente puede subsistir mucho tiempo, sin volverse loco, en un estadio de conciencia absoluta; algunos suponen que incluso las alondras y los saltamontes sueñan. Hill House, misteriosa, se perfilaba sobre el fondo de sus colinas preñadas de oscuridad; así se alzaba desde hacía ochenta años y así podría seguir ochenta más. En su interior, las paredes seguían rectas, los ladrillos limpiamente ensamblados, los suelos eran firmes y las puertas cerraban bien; el silencio yacía mansamente en la madera y la piedra, y fuera lo fuera lo que por allí andaba, lo hacía en soledad.
Shirley Jackson, “The haunting of Hill House”

Este arranque pertenece al que posiblemente sea el mejor libro que se ha escrito sobre casas encantadas. A pesar de contar con maravillosas obras literarias, en el cine ha sido un sub-género que no ha tenido tanta suerte como otros iconos terroríficos. Por ese motivo hay que celebrar la llegada de una película como The Conjuring, que nos devuelve un tema que todavía funciona si se maneja con sutilidad. Y ahora perdónenme el apunte, pero quien iba a decirme a mí que iba a unir las palabras sutil y James Wan en una misma frase.
 Me explico rápido, para que ningún fan de Saw me despedace con una tostadora enrollada en un cable de acero lleno de púas. Wan se hizo famoso por crear la franquicia Saw, y no quiero quitarle mérito a su película, que tenía algunas ideas interesantes, pero no era precisamente sutil. Tampoco lo fueron Dead Silence (2007) o Sentencia de muerte (2007), filmes con unas pocas secuencias impactantes pero de argumentos manidos. Hasta ahí el director Malayo se había creado un gran número de fans jóvenes (Y no tan jóvenes), atraídos por los sustos, la sangre y la adrenalina de sus producciones.

 Entonces llega 2011 y rueda Insidious, una película que no reniega de escenas de impacto –quizás una parte final demasiado discotequera- pero que también se mueve en el campo de lo sugerido. Utiliza el fuera de campo con destreza y nos da sustos tras haber elaborado unos momentos previos de suspense. Algunos dirán que eso ya se podía apreciar en Dead silence, y recuerdo una secuencia magnífica al respecto, pero Insidious potencia lo que le faltaba a aquella –quizás gracias a un guión no tan endeble- y parece que Wan juega con el engranaje necesario para crear inquietud. 
 

 Después del éxito del film interpretado por Patrick Willson y Rose Byrne, cualquier fan del fantástico ya esperaba ansioso el nuevo estreno del, para algunos, nuevo rey del terror. Mis expectativas se redujeron cuando por fin me enteré del argumento de su nueva película: The Conjuring. Parecía que el director quería repetir la fórmula hasta agotarla, volver a contar lo mismo hasta que llegase el siguiente Insidious.
Poco después vi el trailer y me dije: “Esto parece lo de siempre, pero, $%&%, que canguelo me ha producido”.

 Era la frase que también hubiera resumido mi opinión a la salida del cine. The Conjuring es la mezcla casi perfecta entre sustos y suspense, entre atmósfera y clímax. Si Poltergeist (1982) marcó –para bien y para mal- una nueva forma de hacer cine de terror, el film de Wan es la confirmación de aquello, pero reescrito para las generaciones actuales. ¿Las diferencias? La unión de espectáculo y terror que Tobe Hooper y Spielberg dirigieron a pachas, perdía gas a medida que se acercaba el final de la cinta, inaugurando lo que posteriormente se denominaría como “terror de discoteca” (por los juegos de luces y la pirotecnia varia).
Aquí también hay un final de infarto lleno de efectos, pero aún así resulta contenido y coherente, y prima la búsqueda de la solución del conflicto por encima de lo visual. 
También The Conjuring acumula estereotipos y lugares comunes: Muñecos diábolicos, casas encantadas, posesiones, poltergeist, etc. Pero todos estos elementos están tan bien batidos en la coctelera de James Wan, que su sabor no sólo refresca y gusta, sino que perdura. A eso ayuda mucho una labor técnica impecable: Fotografía, vestuario (El film está ambientado en los setenta), música, y como no, interpretación. Verga Farmiga es una médium hogareña y familiar, pero también inquietante, poseedora de secretos y miedos que la convierten en un personaje de sumo interés.
 Lily Taylor asume el papel de madre sufridora que debe hacer frente a una casa encantada,  y lo hace desde una interpretación llena de sensibilidad y angustia, que la redime de su horrorosa aparición en aquella adaptación infame del clásico de Shirley Jackson (La guarida, 1999). Patrick Willson presta su saber estar y los secundarios -tanto los niños como los ayudantes de los Warren- acompañan a la perfección.

Como suele ser habitual en mis comentarios, no voy a destripar la película, y tampoco es que contenga novedades arguméntales con respecto a otras grandes casas encantadas, ya sean mansiones del infierno o Amytivilles. Sólo os pido que no perdáis la oportunidad de verla en pantalla grande, para disfrutar al máximo de los sustos, de la tensión y del suspense, ya que es probable que pueda perder algo de fuerza en la pequeña pantalla.
Resumiendo, The Conjuring significa el do de pecho de su director, un clásico desde ya, un film para no dejar de... Dar palmadas.



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