Si repasásemos unos
cuantos ejemplos sobre colonialismo en el cine, enseguida nos daríamos cuenta
de que casi siempre los colonizadores son los buenos de la película, mientras
los colonizados son una panda de salvajes monstruosos que no merecen vivir en
una sociedad “civilizada”.
Esta imagen manipulada
sobre lo que significa el colonialismo viene principalmente impulsada por
cinematografías anglosajonas que también utilizaban –y, bueno, utilizan- el
cine para colonizar a los espectadores.
Es cierto que no han sido
los únicos, pero cuando hablamos de cine y colonialismo es inevitable hablar de
indios y vaqueros -más que colonización fue extermino-, de la legión extranjera y sobretodo del imperio británico,
en su día el mayor imperio colonial del mundo.
Como para abarcar toda la
filmografía realizada al respecto -y contextualizarla con los hechos
históricos- haría falta más de un libro, voy a centrar los próximos artículos
en el llamado siglo imperial británico (1815-1914) para hablar de algunas cintas
bélicas destacables, pero hoy en día un tanto olvidadas o menospreciadas.
Durante el siglo
diecisiete y dieciocho los ingleses se habían dedicado a controlar las costas
africanas por motivos comerciales, pero a comienzos del diecinueve empezó la
expansión europea al interior, e Inglaterra no fue menos.
La entrada del imperio
británico en África dio como resultado dos cruentas guerras: la guerra
anglo-zulú (1879) y la guerra de los Bóeres, acontecida en dos
periodos:1880-1881 y 1899-1902.
Precisamente el problema
Zulú dio comienzo cuando los Bóeres (una etnia de origen germánico-holandés)
asentados en la república de Natal, tuvieron que renunciar a su independencia
en beneficio de la corona británica, que buscaba organizar una federación de
estados. La mayoría de los Bóeres emigraron al norte, y Natal –anterior
territorio Zulú- quedó en manos inglesas.
Los zulúes dominaban la
mayor parte del Sur de África, algo que incomodaba al imperio y que creó
tensiones desde el principio de su llegada a Natal. En 1878, un alto
comisionado inglés exigió al rey de los zulúes, Cetswayo, el control de las
fronteras y la protección de los colonos, a lo que el mandatario zulú se negó.
El problema fronterizo se venía arrastrando desde los Bóeres, ya que Cetswayo había
provocado varios incidentes atacando a colonos. Pero la excusa británica para
invadir Zululand fue mínima, y tras dar un ultimátum al pueblo zulú en el que
se pedía la disolución de su ejército, los ingleses decidieron acabar con la
amenaza indígena antes de recibir respuesta.
De las dos películas que
se rodaron sobre el conflicto –Zulú(1964) y Amanecer Zulú(1979)- la
segunda es la que narra la batalla de Isandhlawana, la primera confrontación
importante y verdadero descalabro del ejército inglés.
Amanecer Zulú, de Douglas Hickox, es una superproducción inglesa
de corte claramente antibelicista. la película se centra primero en explicar
los motivos del conflicto, después en la preparación de los contendientes y
finalmente en la mencionada batalla acaecida el 22 de Enero de 1879.
El 11 de Enero el ejército
inglés, comandado por Lord Chelmsford (Peter O´toole) entra en Zululand y
acampa al lado del monte Isandhlawana. El comandante Durnford –personaje
interpretado por Burt Lancaster- patrulla la zona y el comandante Henry
Pulleine (Delhom Elliot) se encarga de organizar el asentamiento.
Chelmsford, un personaje
soberbio y con ansias de gloria, decide ir en busca de los zulúes dividiendo su
poderosa maquinaria de guerra. Chelmsford parte con una numerosa fuerza militar
y deja en el campamento de Isandhlawana a unos mil quinientos hombres, todos en
manos de Henry Pulleine, un comandante inexperto.
Pronto el campamento es
asediado por el ejército Zulú, compuesto por más de veinte mil hombres armados
con lanzas y fusiles. La derrota inglesa es aplastante, a pesar de la defensa
de contar con un mejor armamento y preparación.
El director Douglas Hickox
rueda con elegancia y realismo, destacando en la primera parte de la película
como nos muestra las relaciones de los mandos ingleses y el avance de las
tropas en territorio enemigo.
El rigor histórico es
encomiable, y aunque Hickox no termina de humanizar a los zulúes, nos sentimos
cercanos a ellos gracias a las deplorables actitudes de sus enemigos, que desde
un primer momento menospreciaron su poder militar.
El apartado técnico es más
que correcto y la gran de cantidad de extras utilizados dotan al film de la
espectacularidad que los hechos históricos requerían. A destacar los
desplazamientos de masas zulúes –como cuando Durnford descubre el ejército
Zulú- realmente sobrecogedores en algunas secuencias.
En el debe del film se
puede decir que se echa en falta una
mayor profundización en los personajes principales; si bien Burt Lancaster y
Peter O´toole imprimen carácter a sus papeles, no consiguen ser relevantes en
la historia, quizás fallo de un guión al que le faltan diálogos y situaciones
con más empaque.
Desde luego donde Hickox
pone toda la carne en el asador es en la batalla y sus preparativos, magnífico
ejemplo de cómo situar la cámara para crear un in crecendo que explota con el
avance de las tropas zulús sobre el campamento.
Hickox hace algo que en
apariencia puede parecer fácil: que el espectador entienda donde está cada
enemigo en cada momento y que además se llegué a entender como funcionan las
tácticas utilizadas por cada fuerza. Hickox hace esto con solvencia, y logra un
notable alto en la última media hora de película.
En Amanecer Zulú no
hay una épica heroica ni un triunfador moral, no hay moraleja; solo el rostro
implacable y terrible de la guerra, que une en la muerte a vencedores y
vencidos.