miércoles, 10 de diciembre de 2014

CINE Y COLONIALISMO INGLÉS III: La India en llamas



Pasamos de África a la India colonial, con películas que utilizan el contexto histórico como vía para ofrecer cine de aventuras puro y duro.
La India sufrió la colonización europea desde el siglo diecisiete. Aunque los Portugueses tuvieron el honor de ser los primeros occidentales en abrir rutas comerciales allí, enseguida se sumaron otros países como Francia e Inglaterra, que a la postre fueron los que a principios del siglo dieciocho lucharon por quedarse con el pastel hindú.

Finalmente los ingleses ganaron la partida y se hicieron con el control de la India, dividiéndola en tres territorios: La India, Pakistán y Bangladesh.
En 1857, y tras años de ahogar a los indios con impuestos mientras sus materias primas se exportaban fuera, se produjo la rebelión de los cipayos, soldados indios a la ordenes del gobierno británico.
Las causas de esta rebelión son complejas, pero en suma se puede decir que fueron resultado del colonialismo político, social y religioso que los ingleses imponían sobre la sociedad India. Si bien algunas fuentes argumentan que fue una “guerra libertadora”, no hubo una sublevación total del pueblo indio, debido a la falta de un objetivo común y a las diferentes motivaciones que tenía cada región del país.

En el caso de los cipayos, la gota que colmó el vaso fue la negativa de estos a utilizar unos cartuchos que estaban fabricados con piel de cerdo, lo cual fue un insulto a su religión.

La guerra subsiguiente dejó miles de muertos y un amplio listado de brutalidades cometidas por ambos bandos, como el exterminio de pueblos enteros, con mujeres y niños incluidos. 
Los rebeldes fueron perdiendo terreno y finalmente se rindieron en Julio de 1858.
A partir de entonces La India perdió su autonomía y pasó a ser parte de la Corona británica.

Los desacertados gobiernos posteriores –menos en materia de infraestructuras-, hicieron que surgiera un nuevo espíritu nacionalista, de carácter musulmán, y reforzado por la revolución Rusa de 1905. En un periodo donde hubo constantes levantamientos musulmanes da comienzo el film que aquí tuvo el incomprensible título de La india en llamas (1959), de J. Lee Thompson.

North West Frontier comienza cuando el maharajá -temiendo ser atacado por los musulmanes- pide al Capitán Scott (Kenneth More) que conduzca a su hijo heredero a la residencia del gobernador inglés en Haserabad.
Scott y la preceptora del niño (Lauren Bacall) consiguen huir con el niño antes de que el maharajá sea asesinado.
Pero Hasebarad también está bajo ataque de los rebeldes, y los protagonistas de nuestra historia se ven obligados a salir de la ciudad subidos a una vieja locomotora que tiene el nombre de La emperatriz de la India.

 
Junto a ellos, y en un solo vagón, parten una serie de personajes pintorescos, entre los cuales se haya alguien que no es lo que parece.

Sin duda la mejor película de Thompson tras El cabo del terror (1962), un director al que es inevitable no cogerle cariño, pues durante muchos años fue el encargado de realizar los mejores filmes de Charles Bronson (Yo soy la justicia, Al filo de la medianoche, etc), además de dejarnos la muy ochentera y correcta Cumpleaños mortal (1981).

A North West Frontier se le podría encasillar en un sub-género de trenes o de personas dependientes de un medio de transporte. Más próxima a La Diligencia (1930), de John Ford, que al Salario del miedo(1953), de Clouzot o al Tren (1964), de Frankenheimer.
El film se mueve dentro del relato de aventuras, sí, pero también tiene toques de humor y abundante suspense.
Como ocurría en el clásico de Ford, importan más los personajes que la acción, aunque esta no deje de estar presente. Y es que el camino de huida de este tren y su pasaje estará sembrado de múltiples peligros.

La puesta en escena es muy sugerente, tanto en exteriores como en interiores, y entre el reparto casi todos los actores tienen su momento de lucimiento; puede que cada espectador tenga su favorito. En mi caso me pareció delicioso ese maquinista indio que nunca pierde la sonrisa, o el anciano caballero inglés que intenta acercar posturas cuando surgen chispas entre parte del pasaje y el hosco periodista interpretado con convicción por Herbert Lom.
Quizás la algo tópica relación de los protagonistas sea lo menos interesante del argumento, aunque Moore mantiene el tipo y Bacall cumple con nota en uno de los momentos más duros del film.

Thompson elige el tono adecuado para cada secuencia, aunque personalmente me quedo con las escenas de suspense, que en algún pasaje sí me recordó a la obra maestra de Clouzot.
La india en llamas no aporta nada históricamente, pero tampoco ofende ni es ningún panfleto sobre el colonialismo.
Cinematográficamente quizás le falte hondura dramática para ser una gran película, pero es cine de aventuras eficaz, tremendamente entretenido y que no toma el pelo al espectador; es, en suma, un cine que se ve con nostalgia porque sabe a irrecuperable.



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