domingo, 15 de febrero de 2015

DON "THE DRAGON" WILSON: patadas en el videoclub (I)


En los videoclubs de la década de los noventa, las películas de acción de Jean Claude Van-Damme y Steven Seagal se codeaban con productos baratos hechos directamente para video, donde se plagiaban carátulas, títulos y poses con tal de sacar unos cuartos a los más incautos. En aquel oasis de patadas y puñetazos podíamos encontrar una gran variedad de “actores” provenientes de las artes marciales, que tuvieron suerte dispar con sus carreras cinematográficas.

Uno de ellos fue Don “the dragon” Wilson, que por cantidad de películas se le puede considerar entre los máximos representantes del cine de artes marciales “en casa” de aquellos años. 

Hijo de padre americano y madre japonesa, con 18 años empezó a practicar Karate, y pronto decidió dedicarse por entero a la lucha; abandonó el instituto de tecnología en el que estaba apuntado, lo que provocó una honda decepción a su padre, un ingeniero espacial que soñaba con que el chico siguiera sus pasos.

“The Dragón” -referencia al nombre de su madre, Hoshino, dragón en japonés- comenzó a competir como luchador de Kickboxer y Full contact en 1974, y hasta 2002 logró unos números espectaculares: once campeonatos de diferentes asociaciones, 74 victorias –47 K.o-, 5 derrotas y dos empates. 
Este impresionante currículo atrajo la atención no solo de los aficionados al kickboxing, sino también de productores ávidos de encontrar a una nueva estrella del cine de acción.

Y si en aquella época había un productor que podía convertir a un desconocido en un ídolo, ese era Roger Corman. El rey de la serie B quedó maravillado por las habilidades de Wilson, así que enseguida contactó con él y le ofreció la posibilidad de entrar en el mundo del cine a través de Concorde, su productora de entonces. 
Nadie en su sano juicio rechazaría la oferta del hombre que dio a conocer a gente como Jack Nicholson, Robert de Niro, Coppola o Scorsese. Wilson no fue menos, pero quizás se dejó llevar por el entusiasmo. Solo así se explica que el actor firmara un contrato para rodar un primer título, Bloodfist, y nada menos que siete secuelas más, algo que lastraría la carrera de cualquiera. 
Aunque Wilson ya había aparecido en algunas películas de forma esporádica –New York Chinatown(1982), Say anything (1989)-, Bloodfist (1989) fue su primera película de protagonista; el film resulta un mero sucedáneo del Kickboxer (1989) de Van Damme, con todos los tópicos de aquella y algunos más.

Terence H. Winkless fue el encargado de dirigir el asunto, sin mucho estilo pero con eficacia. Un director que parecía prometer en su primer film, la interesante The Nest (1988), pero que después no saldría de la mediocridad. El guión abunda en lugares comunes: luchador que quiere vengar la muerte de su hermano, malo malísimo –que no memorable-, torneos sangrientos y maestro que enseña al protagonista el camino de la victoria. Al final intentan sorprendernos con un giro que no tiene nada de sorprendente.

Desde luego lo más rescatable de Bloodfist es la aparición de Wilson, que se maneja con desenvoltura y que mantiene el tipo delante de la cámara. Las peleas están bien coreografiadas y el actor deja bien claras sus habilidades marciales, en especial su depurada técnica con las piernas; vamos, que da unas patadas que da gusto. Como no podía ser de otra manera con Corman detrás, el film fue un éxito y nuestro luchador empezó a hacer una producción tras otra... pero además siguió compitiendo en el mundo real, una auténtica locura. 

Don Wilson tiene en su haber más de cuarenta películas. La mayoría de ellas van de lo regular a lo infumable. Puede que el hecho de firmar un acuerdo tan amplio con Corman lo perjudicase, ya que rodó sin parar films con presupuestos cada vez más reducidos, algo que afectó a la calidad de las producciones y a su posible evolución como actor. Sin embargo Wilson siempre ha agradecido la ayuda de Corman, que llegó incluso a distribuirle películas que él no había producido, y no parece culparle de su fallida trayectoria en el cine, sino todo lo contrario.

La cuestión es que el actor acabó rodeándose de los peores realizadores y de actores de tercera división. Wilson no era Marlon Brando, ni siquiera un Stallone en horas bajas, pero tenía presencia y algo de magnetismo, y cuando el director de turno explotaba su vena cómica se apreciaba una notable mejoría en su forma de actuar.

Desgraciadamente esto se dio en pocos casos, y en el resto de su filmografía le solemos ver con rostro impasible o gesto malhumorado, con menos personalidad que una patata al horno. A principios del 2000 su carrera prácticamente se había acabado, e intentó relanzarla embarcándose en una serie de polémicas que aún sigue alimentando. Una de ellas es menospreciar a Van-Damme y retarle a un combate “amistoso”, una vieja idea de Corman con la que un Wilson parece estar obsesionado. 
Ahora ha regresado a los cuadrilateros y dice encontrarse mejor que nunca, pero todo suena a falta de dinero y a poco amor propio.

De su época de esplendor quedan para el aficionado –abstenerse los demás- unos cuantos títulos al menos entretenidos y alguna que otra agradable sorpresa. En el siguiente artículo hablaremos sobre varios títulos recomendables.


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