Tres
lanceros Bengalíes (1935), de Henry
Hathaway, también se podría situar en el mismo tempo histórico que La india
en llamas, cuando las fuerzas
inglesas se las veían y deseaban para mantener la estabilidad a lo largo de sus
fronteras.
La
película está basada en la “supuesta” autobiografía del soldado, aventurero y
escritor Francis Yeats-Brown, según las críticas un libro mal escrito, con
algunos toques fantasiosos y exagerados que hacen pensar que el amigo Francis
le echó bastante imaginación a su periplo en el regimiento de Bengalíes.
El
argumento gira alrededor de las peripecias de tres soldados ingleses en el
regimiento 41º de Bengala, durante el levantamiento en armas de un tal Mohammed
khan, uno de los rajás que se sublevaron en aquellos años.
El
alger ego de Yeats-Brown en el film es el personaje que interpreta Richard
Cromwell, el joven hijo del coronel del regimiento que se traslada a la India
para intentar estar a la altura del padre. Pero el chico es bastante díscolo,
se enamora de una muchacha que viaja con el rajá y acaba secuestrado por este
cuando decide traicionar a los ingleses. Los personajes encarnados por Gary
Cooper y Franchot Tone irán en su rescate, aún a sabiendas de estar
incumpliendo las ordenes de sus superiores.
Este
excelente film de aventuras con toques de comedia es uno de los mejores que
dirigió el no menos excelente Henry Hathaway; el guión es una delicia y la
labor de dirección del realizador de El jardín del diablo es muy sólida.
Hathaway
era un maestro en la puesta en escena y un magnífico director de actores;
además aquí logra el perfecto equilibrio entre comedia y cine bélico, haciendo
que los pasajes menos realistas de la biografía de Yeats-Brown se conviertan en
acertadas secuencias cómicas, gracias sobretodo a las soberbias
interpretaciones del trío de lanceros: Cooper, Tone y Cromwell.
Especialmente
hay que reseñar la actuación de Cooper, que en aquel año alcanzaba ya el
estatus de estrella absoluta de Hollywood.
Tampoco
se quedan atrás los secundarios del film, con el siempre caballeresco C. Aubrey
Smith y Guy Standing a la cabeza.
Tres
Lanceros Bengalíes se sube al
carro de una etapa del cine norteamericano que no tenía problemas en ensalzar
el colonialismo inglés (55 días en Pekín) y satanizar al enemigo
musulmán.
Aunque
hay que dejar de lado –que no olvidar- estas cuestiones políticamente
incorrectas para no enturbiar el disfrute del film, la película también tiene
sus mensajes positivos, ya que trata de valores antaño fundamentales, como el
honor, el valor o el compañerismo, cuestiones que curiosamente fuera del ámbito
castrense –y quizás también dentro de él- están cada día, y desgraciadamente,
más olvidadas.
Por
último, cabe mencionar también las –escasas- escenas de acción; especialmente en la parte final, la
película rebosa emoción y espectacularidad, y en estos aspectos –bueno, y en
los otros todavía menos- no tiene nada que envidiar a cualquier producción
actual Hollywoodiense. Muy recomendable.
Volviendo
a los acontecimientos históricos, decir que los postreros años del colonialismo
estuvieron marcados por la creciente determinación del pueblo Indio de lograr
su independencia. A finales del siglo XIX los indios empezaban a entrar en los
concejos provinciales y a principios del siglo XX surgió la figura clave de
Mohandas Gandhi, político y pensador que consiguió movilizar a las masas para
protestar contra el colonialismo británico.
Tras
la intervención de la India en la Segunda Guerra Mundial,
estalló
una confrontación entre hinduistas y musulmanes, ya que La Liga musulmana
estaba dispuesta a crear un estado musulmán en Pakistan. Las protestas se
convirtieron en disturbios, y estos se cobraron más de cinco mil víctimas, por
lo que la corona británica –debilitada después de la guerra- decidió conceder
la independencia al país, pero eso sí, dividiendo la India en dos.

Terminaba
así un largo período de dominación Británica marcado por un colonialismo feroz,
que dejó a la India sumida en un caos social, religioso y económico del que
tardaría en recuperarse.
Como
decía al principio de estos artículos, las grandes industrias del cine nos han
mostrado casi siempre la cara amable de este imperialismo, siendo el africano o
el indio el principal damnificado.
Aún
así esto no debe ser impedimento para valorar un tipo de cine de aventuras que
–en general- buscaba más el entretenimiento y el disfrute del espectador que la
propaganda imperialista.
En
la cartera se han quedado varios títulos de interés (Rebelión en la India,
La jungla en armas, etc) no tan conocidos como otros (La carga de la
brigada ligera, Las cuatro plumas) pero también merecedores de una
revisión.
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