Scott Adkins nació en Inglaterra en 1976. Desde
pequeño fue un entusiasta del deporte, y con 10 años le empezó a coger el gustillo
a las artes marciales. Tanto le picó el gusanillo que ahora es experto en
múltiples especialidades, desde Taekwondo a Kung fu, pasando por Kickboxing y
Jujutsu. Decidido a probar suerte en el cine, entró en la escuela de arte
dramático de Coldfield, y sus primeras apariciones en la gran pantalla se
produjeron en pequeños papeles para películas asiáticas, entre las que destacan
Black Mask 2 o El poder del talismán. En 2005 peleó contra Jet li
en Danny the Dog, en la que fue
la antesala de su primer gran éxito: Invicto II.
La primera parte de Invicto (2002), fue
interpretada por Ving Rhames y Wesley Snipes, y dirigida por Walter Hill. El film tenía un argumento,
al menos, peculiar: Un campeón de boxeo es condenado por un crimen que dice no
haber cometido; en la cárcel es retado oficialmente por un convicto a un combate para demostrar quién es mejor peleando. A pesar de que está lejos de
ser uno de las mejores obras de Hill, las buenas interpretaciones de todo el
reparto y una entretenida parte final salvaban de la quema un producto que no
abandona la etiqueta de convencional.
El éxito de taquilla en Estados Unidos
dio paso a dos secuelas tardías, una en 2005 y otra en 2010. Invicto II
no iba a contar con nadie del reparto original, y se iba a rodar con cuatro
duros desembolsados por la temible productora Nu Image. Se escogió de director
a Isaac Florentine, labrado en productos parecidos, y se apostó por dos figuras
emergentes en el cine de acción: Michael Jai White y Scott Adkins. Nada hacía
presagiar que Invicto II no sólo iba a conseguir superar a la primera
parte en acción, sino que además lanzaría al estrellato al villano de la
función, un Scott Adkins muy metido en su papel, que resultó ser además la
contra réplica perfecta para el armario Jai White.
Invicto II es un regalo para todos los aficionados del cine de acción, pero especialmente a los que amamos la serie b de los ochenta. En ella se encuentran todos los tópicos de cintas como Encerrado o Libertad para morir: Es una película de cárceles, y no pueden faltar los alcaides corruptos, los presos ultra violentos y las peleas en las duchas.
Todo
suena a visto, pero la historia fluye con una naturalidad y una falta de
pretensiones que en muchas ocasiones evoca ese cine de serie b olvidado que
apostaba por el entretenimiento y lo políticamente incorrecto. El bueno de la
película es tan macarra o más que el villano, los diálogos son rápidos, en
algunos casos ingeniosos, y el ritmo no desfallece en ningún momento. Y
lo fundamental, las peleas son magníficas, las coreografías son de primera, y
tanto como White como Adkins nos asombran con golpes increíbles y brutales. De
haber contado con un guión un poco más trabajado, estaríamos hablando de una
buena película a todos los niveles, pero en mi opinión, ese honor se lo concedo
a Invicto III. Adkins repitió papel en la tercera parte, pero White no,
y Florentine regresó como director, a sabiendas de que la dos había sido su
mejor película hasta la fecha.
El
principal acierto de Invicto III es, primero, dar continuidad a la segunda parte, y segundo, hacer que el
personaje de Adkins evolucione hasta convertirse en uno de los mejores
antihéroes del último cine de acción, por no decir del último cine. Para no
destripar el final de la segunda parte no hablaré del argumento de esta; baste
decir que en Invicto III se
repiten los estereotipos del cine de cárceles y se suma una relación de buddie
movies; Adkins y Mykel Shannon Jenkins comparten la suficiente química como
para que nos preocupemos por sus problemas;
los diálogos y el humor vuelven a estar por encima de lo habitual en
este tipo de producciones, y el nivel técnico de las peleas es impresionante.
Adkins puede que no sea Marlon Brando, pero sus gestos son los de un actor
correcto, que aquí borda el empeño y la fuerza que debe mostrar su personaje.
Florentine dirige sin florituras pero con sentido narrativo, y rueda los
mamporros con una claridad espectacular y sin medias tintas: es un film
ultraviolento y con mucha sangre. Y el
final, sencillo pero emotivo, me pareció un broche perfecto para un film de
obligada visión para los fans de las tortas.
A estas
alturas del cuento es difícil lograr una película de acción que sorprenda, y
aunque a veces da la impresión de que eso sólo se puede alcanzar a base de
explosiones y efectos digitales, Invicto III demuestra que el cuerpo
humano (Y el cine de bajo presupuesto) todavía es capaz de darnos muchas alegrias. (Continuará)
Gran artículo!! A ver si nuestro amigo Terence se anima y nos sigue hablando de las aventuras de Adkins xD. Larga a vida a Stallone, Willis, Statham, Adkins y compañía!!
ResponderEliminarEn diez dias pondré la continuación, Alvaro, y tengo intención de hacer algún artículo más dedicado a pelis de acción poco conocidas. Un saludo y gracias por tu comentario,
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